viví en casa con un titiritero.
hicimos un muñeco con la cara amarilla. era asiático.
y me enseñó que después de escribir hay que alejarse de lo escrito, de la historia.
bebía gasiosica, y compré en Praga un títere que se le parecía mucho.
¿sería él?.
está enfermo.
esto no lo leerá. pero nuestro corazón tiene ganas de verlo otra vez manejar.
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