íbamos caminando, tan tranquilos (menos mal) I. y un servidor.
de repente cerca de una pequeña fortaleza blanca de esas que suelen tener un par de cañones negros de hierro, oímos alguien que cantaba, bien fuerte,con bastante gusto, una aria de Donizzetti ( ni sería Donizzetti, ni creo que se escriba así).
fue magnífico llegar a la placita y ver que un hombre negro que barría las hojas era el mezzosoprano de turno.
que delicia.
o así lo recuerdo.
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